La pimpollada
Aquel día empezó con lluvia y frío. Y nos fuimos a Navas de Oro, a las inmensas posesiones en las que habíamos paseado otras veces. Y allí, junto al mojón del litigio, en la Pimpollada, en el Juncal y en el río, dejamos a Pepetucho, al padre de la Rubia, con sus pinos y sus níscalos.
Recordaremos su alegría, su libertad, sus vinos, su generosidad y su sonrisa, y con el tiempo, seguro que estos recuerdos, solamente nos harán sonreír. Hoy, todavía siguen escapándose las lágrimas.
El futuro bloguero.